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sábado, 4 de marzo de 2017

Sánchez: «La industria alimentaria es la que marca nuestra dieta»

EL DIARIO VASCO.COM


AITOR

 SÁNCHEZ, DIETISTA-NUTRICIONISTA, AUTOR DE 'MI DIETA COJEA', «Nuestra calidad de dieta es nefasta. Ni siquiera existe un conocimiento por parte del estamento sanitario», critica. 


Aitor Sánchez es uno de los profesionales más activos en las redes sociales.
Aitor Sánchez es uno de los profesionales más activos en las redes sociales.



















Que los huevos suben el colesterol, que una copita de vino es buena para la salud, que el desayuno de los niños tiene que tener leche con cacao y galletas... Estos son algunos de los mitos alimenticios que Aitor Sánchez, (Albacete, 1988), trata de desmentir desde hace años en su blog, 'Mi dieta cojea', que ahora ha convertido en libro. Este dietista-nutricionista, que denuncia la fuerte presión que la industria alimentaria tiene sobre nuestra dieta, ofrecerá hoy una charla en el Aula DV (Aquarium, 19.30 horas).
- ¿Por dónde cojea nuestra dieta?
- En nuestro país el principal problema dietético es que tomamos demasiados productos ultraprocesados. Más de la mitad son precocinados, bollería, embutido, galletas, dulces... y eso desplaza a alimentos que son más saludables. Se nos ha enseñado mal a drede, porque quien ha sentado cátedra en materia de nutrición en nuestro entorno ha sido la industria alimentaria. Prácticamente, la mitad de los mitos que aparecen en el libro son perpetuaciones en las que la industria ha contribuido mucho. Como que el desayuno tiene que ser azucarado o como que el vino y la cerveza son saludables.
- ¿No lo son?
- Somos el único país en el mundo que los incluimos en nuestra pirámide nutricional. Eso es una irresponsabilidad, se ríen bastante de lo que recomendamos. Se ha dado un ejercicio oculto de promoción por parte del sector vinícola español y el Instituto Cerveza y Salud, que lo que es realmente es un músculo de promoción de la cerveza.
- ¿Considera que la sociedad tiene un conocimiento sólido sobre alimentación?
- Estamos teniendo una calidad de dieta que es nefasta, y se debe no solo al entorno tan poco saludable en el que vivimos, sino a la desinformación. Ni siquiera existe un conocimiento por parte del estamento sanitario. Hoy en día quienes dan recomendaciones de salud pública en materia de alimentación son profesionales sanitarios que no están formados en nutrición. Los propios nutricionistas hemos sido formados por expertos de profesiones distintas a la nuestra. Esto está cambiando poco a poco, cada vez hay más profesores de universidad que son dietistas. Pero es que además en España se da la particularidad de que somos el único país de la Unión Europea que no tiene dietistas-nutricionistas en la sanidad primaria. Y viendo los datos que tenemos por ejemplo de obesidad infantil, es alarmante.
- Precisamente en sus charlas señala que solo un 1% de los niños en España son delgados. ¿Qué pasa con el resto?
- El último estudio del Ministerio de Sanidad señala que el 23,2% de los niños tienen sobrepeso y el 18,1% obesidad. Es decir, casi la mitad de los niños españoles están por encima de un peso saludable. La estrategia de prevención de obesidad que hemos tenido en España nos ha llevado a la cabeza mundial en obesidad infantil, por encima incluso de Estados Unidos.
- ¿En qué se está fallando en el caso de la nutrición infantil?
- Los niños desayunan galletas con colacao, a media mañana un bollo y a media tarde un bocata de chorizo. Son ingestas que solo tienen azúcar y sal, y eso no puede ser. Pero si los padres ven en el supermercado que las galletas de dinosaurios o los bollos de chocolate están avalados por los pediatras, los compran porque creen que son sanos.
- ¿Entonces la culpa la tiene la publicidad?
- La industria, la publicidad y la legislación. Es normal que depositemos nuestra confianza en las autoridades sanitarias. Si la asociación de informáticos dice que un antivirus es el mejor, yo me lo creo. ¿Por qué no interesa legislar la publicidad o el etiquetado, que se sabe que funciona, o se prohiben los anuncios con famosos? Otros países han reducido las tasas de obesidad con estas medidas. Aquí no se hace porque eso implicaría meterle mano a la industria alimentaria que es, insisto, el 'lobby' que diseña las campañas alimenticias en el Estado.
- Si no tomamos pasta integral, semillas, harina de centeno o quinoa, ¿no estamos comiendo sano?
- Es cierto que se está dando una supermagnificación de las propiedades de los conocidos como 'superalimentos'. Las semillas de chía o de lino, la quinoa, el trigo bulgur, el brócoli bebé, la col kale... Todos son alimentos saludables, lo que pasa es que como no se nos ha enseñado a relativizar sus efectos y sus propiedades, la gente se confunde. La gente escucha que la quinoa tiene mucha proteína, pero no más que unas alubias blancas. La col kale es fantástica, pero es la col rizada de toda la vida.
- Tiene más de 53.000 seguidores en Facebook, más de 15.000 en Instagram y más de 17.000 en Twitter. ¿Cómo se consigue?
- Diciendo verdades claras, entre tanta de desinformación la gente necesita que le digan: 'mira, ese yogur desnatado que piensas que es tan sano, tiene el mismo azúcar que una Coca Cola'. Así es como les queda claro. Pero al final, lo que hacemos nosotros como profesionales y divulgadores es despertar conciencias. Las decisiones importantes las tienen que tomar otras personas. Mientras no haya voluntad política y mientras la industria alimentaria tenga tanto peso en nuestro entorno, no habrá solución.
http://www.diariovasco.com/gipuzkoa/201703/02/aitor-sanchez-dietista-nutricionista-20170302002122-v.html?utm_content=buffer8ebaa&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer

jueves, 8 de diciembre de 2016

“La industria alimentaria es una mafia criminal”


 | 2013/04/11

El gurú de la gastronomía y la alimentación, Carlo Petrini, puso en la picota pública al monopolio de los alimentos.
 Para Carlo Petrini, un alimento debe ser bueno para el que lo consume, limpio con el medio ambiente y justo con el que lo produce. Foto: EFE
Carlo Petrini es el presidente y fundador de Slow Food, movimiento que busca contrarrestar el vertiginoso mercado de la comida rápida, impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales, combatir la falta de interés general por la nutrición y las consecuencias de las elecciones alimenticias.

Petrini es una autoridad mundial en temas de alimentación y desarrollo de la agricultura tradicional. Este italiano de 63 años profesa el comer como un derecho, se opone a la globalización del gusto y apoya a los pequeños productores agrícolas.

En una serie de charlas por América Latina, Petrini ofreció una conferencia en Bogotá sobre cómo la industria alimentaria mundial es una “industria criminal”.

Petrini creó Slow Food en 1989 en París y fue un proyecto que inició con un interés en la cultura alimentaria y la gastronomía, concepto último que según él, está mal utilizado y mal definido.

“Gastronomía no es solo el arte de producir a través del conocimiento de la comida ni de una estética que pueda transmitir placer. No son solo recetas, recetas y más recetas”, afirma uno de los considerados gurú de la gastronomía y la alimentación.

Para Carlo Petrini, la definición anterior no es más que un 10 ó 15 por ciento de lo que es la gastronomía, “quien piense que es solo eso a lo que se está refieriendo es a una pornografía alimentaria”, asegura.

El hombre, a quien hace pocas semanas le ofrecieron el Ministerio de Agricultura en Italia, presentó una definición más completa y exacta. “Gastronomía es una ciencia compleja y multidisciplinaria que la academia se negó a aceptar durante años. Es holística y cuando hablamos de ella, hablamos de todo lo humano cuando se trata de comer. Es física, química, biología, genética, agricultura, historia, antropología, sociología, identidad cultural y aunque no lo crean economía política”.

El monopolio

Carlo Petrini asegura que quien domina el vientre tiene el poder, las guerras siempre han sido por conquistar tierras y apropiarse de lo que éstas producen. Fue en este punto cuando este experto empezó a revelar cifras y datos sorprendentes.

“El 80 por ciento de las semillas en el mundo pertenecen solo a cinco multinacionales”, señaló el experto, y además aseveró que es tanto el control que las industrias alimentarias tienen sobre la producción agrícola que retó a los colombianos a hacer un experimento. 

Según Petrini, cuando se compran semillas y se siembran en casa, las plantas crecen hermosas y dan frutos que aparentemente se ven perfectos, sin embargo, si alguien intenta sembrar las semillas de esos frutos, ya no crecerá nada, ¿por qué? La respuesta para el italiano es simple: porque a la industria no le conviene que las comunidades tengan control sobre la producción.

Petrini va más lejos y dice con cierta resignación que cuando la industria tenga el control total sobre la producción ya no existirá el campesino, ni el agricultor. Es por eso que insiste en que la vida no puede ser propiedad de unos pocos, de ahí el énfasis que Slow Food hace para que se fortalezcan las producciones locales y así cada comunidad pueda tener “soberanía alimentaria”.

Una mafia peligrosa

“El sistema actual es un sistema criminal porque destruye el medio ambiente, se aprovecha de los insumos locales de las comunidades en pobreza, produce un desperdicio que nunca antes en la historia de la humanidad se había visto, no respeta tradiciones, destruye poblaciones y roba el futuro”, afirma.

Para Petrini la industria también es peligrosa porque está haciendo cada vez más infértiles los suelos y en los últimos 20 años se han usado más químicos que los que se usaron en los 120 años anteriores, es por eso que la tierra está “adicta”.

Como si esto no fuera poco, el presidente de Slow Food reveló que el 76 por ciento del agua en el mundo se usa para la agricultura de manera irracional. El sistema alimentario es injusto para quienes producen, para los campesinos. 

“En 1950, Italia tenía un 50 por ciento de población campesina, hoy es solo el 3 por ciento y la mitad de esta última cifra son personas que ya tienen más de 60 años”.

“Es una mentira que los alimentos ya no contienen suficientes nutrientes y lo que hace el mercado en el caso de la leche, por ejemplo, es cobrarle más al consumidor por un litro con más vitaminas, más por una leche sin lactosa, mientras que los productores siguen recibiendo el mismo dinero inicial. En un futuro no vamos a comer computadores, la gente tiene que despertar, en últimas, tal como estamos, si usted quiere más nutrientes pues cómase la caja tetrapack porque la leche es solo agua”.

Desde 1900 hasta hoy, la humanidad ha perdido el 75 por ciento de su diversidad y la industria de alimentos solo privilegia las especies más fuertes. Petrini recuerda que cuando hubo una plaga que acabó con la especie de papa que se daba en Irlanda, se logró rescatar este alimento porque se utilizaron otras especies, pero si se descuida la diversidad y solo se fortalece la más fuerte, ya no habrá salvación.

El desperdicio es otro punto neurálgico. Actualmente se producen alimentos para 12.000 millones de personas cuando la población es de 7.000 millones. Hay un excedente de 5.000 millones pero 1.000 millones de personas no comen y entre el 45 y 50 por ciento de la producción de alimentos se va a la basura.

Falsas creencias

A Petrini le aterra que otro criterio para elegir la comida sea la estética, “si una zanahoria no se ve simétrica, entonces no se compra, esa es una lógica nazi fascista. Con la comida pasa como con las personas, solo pasan los bonitos”.

Es importante destacar que ahora la población gasta más en adelgazar que en comer. Para Carlo Petrini la ecuación es simple, “mientras más se ahorre en comida, consumiendo hidropónicos y transgénicos, más se gastará en servicios sanitarios y de salud”.

Finalmente, existen cuatro agentes de cambio con los que Slow Food considera importante trabajar: los indígenas, los campesinos, las mujeres y los jóvenes. “La gente que supuestamente está atrás en la escala social, será la que nos rescatará de la catástrofe cuando esta bomba explote”, concluye.

http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/la-industria-alimentaria-mafia-criminal/339636-3

sábado, 30 de julio de 2016

Adictos a la comida basura

MIGUEL JARA

15 de julio de 2016

Termino de leer el libro del ganador del Premio Pulitzer, Michael Moss, titulado Adictos a la comida basura. Cómo la industria alimentaria manipula los alimentos para que nos convirtamos en adictos a sus productos. El autor se centra en la epidemia de obesidad mundial (sobre todo la de su país, Estados Unidos) y en la responsabilidad de las grandes compañías que fabrican comida.
Y escribo comida -cosas que ingerimos- porque la alimentación entendida como nutrición es otra cosa distinta.



Comida basura grasa


 El libro se divide en tres partes: sal, azúcar y grasa. Para Moss la grasa es el oro líquido de la industria. Un ingrediente muy barato que resulta muy adictivo para elcerebro humano y que además ofrece muchas propiedades para fabricar cosas de comer (gracias a la grasa, por ejemplo, se puede conseguir el grado de crujiente característico de las patatas fritas tipo aperitivo.
Hubo un tiempo en que las multinacionales alimentarias producían más o menos con ingredientes naturales pero la competencia por ser quien más vende entre las empresas para así satisfacer la codicia de sus accionistas, ha llevado a esta industria a una carrera por desnaturalizar los alimentos.
Y para esa competición las empresas han recurrido a los tres pilares de la comida basura y adictiva, las citadas sustancias, que está demostrado que gustan tanto a nuestro cerebro que siempre pide más.
Moss analiza multitud de productos comestibles muy conocidos como aperitivos, cereales para el desayuno, bandejas de alimentos preparados y fáciles de comer, etc. Documenta las enormes cantidades de grasa o sal o azúcar o las tres cosas a la vez que llevan; las compara con laingesta diaria saludable. No hay duda de que el aumento de enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la diabetes o la obesidad están relacionadas con esos hábitos alimenticios.
También entrevista a altos ejecutivos del sector “arrepentidos”, algunos de ellos auténticos expertos en justificar lo injustificable. Narra las peleas entre marcas por elevar sus ventas, por superar a sus competidores modificando sus comidas para ser más adictivas aunque ello las convierta en más nocivas. Y lo hacen mediante estudios científicos, poniendo de nuevo, como todas las grandes industrias, a la Ciencia a su servicio, desnaturalizándola también.
Las empresas emplean ingentes cantidades de dinero en estudiar nuestros gustos para fabricar lo que deseamos no lo que necesitamos desde el punto de vista nutricional. Alimentan nuestros deseos y todos contentos; población satisfecha, industria rentable.
El papel de la Administración estadounidense queda en entredicho al beneficiar con sus medidas a los fabricantes de la basura comestible. La población, bombardeada por el marketing de la industria, olvidada por una Administración permisiva y que defiende a los productores como cuestión de Estado, queda desamparada… pero encantada pues parece ser que hoy muchas personas elijen su alimentación en función del sabor y la palatibilidad, es decir de cómo sienta en la boca una comida.
Luego está el marketing de lo “saludable”. La industria debate en sus consejos de administración sobre su responsabilidad en el aumento de las citadas enfermedades pero, en general, prefiere corregir fórmulas y abusar del marketing que hacer cambios reales.
El marketing de la comida es tan abrumador que vamos a terminar creyendo que el Omega-3 de las sardinas ya corre por los montes, dentro de las vacas. Así lo cuenta el artículo Por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, publicado en la revista Opcions


omega3

El Omega-3 es un tipo de grasa, en concreto es un ácido graso polinsaturado (colesterol bueno). Es esencial para nuestra vida y lo obtenemos por ejemplo del pescado azul, de las nueces o de las semillas de lino.
Varios estudios científicos muestran que la leche de vacas que pastan en prados o comen hierba fresca, su alimento natural, contiene la proporción recomendada, mientras que la de vacas con una cantidad elevada de piensos artificiales y concentrados poseen una mayor proporción de grasas saturadas (colesterol malo).
La industria no explica esto, en las botellas de leche se cita sólo la palabra “grasa”. El marketing hace que una leche rica en grasas “malas” porque se ha obtenido de vacas estabuladas y alimentadas con piensos, cobre un aspecto “saludable” al añadírsele Omega-3 procedente del pescado azul.
Una lógica que entiende el alimento como un objeto desmontable en el que quitar y poner piezas y no como resultado de un proceso desde la tierra y el animal. Esa concepto triunfa hoy, la comida basura de laboratorio que entra por los ojos gracias a la presión del marketing.
Pero no preocuparse, si nos pasamos con las grasas malas de manera cotidiana entrará en juego una industria prima hermana de la alimentaria, la farmacéutica. El laboratorio Sanofi y laFundación Española del Corazón (FEC) han firmado hace tres días un acuerdo de colaboración a través del cual ambas organizaciones se comprometen a trabajar conjuntamente para concienciar y educar a la población sobre la importancia de las enfermedades cardiovasculares y sus factores de riesgo, en especial el colesterol.
Praulent

Como nos cuenta en su página web laSociedad Española de Cardiología, a Sanofi le aprobaron hace menos de un año un nuevo medicamento para tratar el “colesterol malo” llamado Praluent.
Pero esto no tiene nada que ver con el citado acuerdo, seguro que uno de los platos fuertes de la alimenticia campaña (sobre todo para la FEC) es hacer presentaciones del libro en colegios y universidades…
http://www.migueljara.com/2016/07/15/adictos-a-la-comida-basura/



miércoles, 27 de julio de 2016